viernes, 8 de junio de 2012

Poniendo valor económico a los ecosistemas, ¿solución a problemas de fondo o simple tipo de cambio para los recursos naturales?


En días pasados, como parte del Programa de Liderazgo en el Sistema Arrecifal Mesoamericano del que soy parte, tuve oportunidad de escuchar a varios expertos en estudios de valoración económica de ecosistemas hablando acerca de sus investigaciones para determinar el valor que los bienes y servicios ambientales nos dan a los seres humanos.

Creo que nadie de nosotros (quienes nos dedicamos a temas ambientales) duda de la importancia ambiental de los ecosistemas; sabemos por ejemplo, que los manglares son sitios de refugio en los primeros estadios de especies que después serán comerciales, que filtran el agua que llega al mar, que protegen la costa contra huracanes, etc; también reconocemos que las selvas captan CO2 y generan oxígeno, que son vitales para la captación de agua y recarga de acuíferos y que de no tenerlas, sufrimos erosión y somos mas vulnerables a fenómenos naturales; de los arrecifes ni se diga, nuevamente protección contra oleaje, generación de playas, refugio de muchas especies; incluso otros ecosistemas poco conocidos como pastos marinos, son claves para la alimentación de especies como tortugas marinas y diversas especies de peces.



Los efectos de la destrucción de los ecosistemas no se ve a corto plazo (aparentemente) y probablemente es por eso que históricamente no hemos puesto atención a su protección como debiera ser; ni empresarios ni gobiernos ni tomadores de decisiones han considerado seriamente (salvo sus honrosas excepciones, como todo) lo que perdemos cuando destruimos un ecosistema. Los argumentos de los que desarrollan es claro: mayor inversión, más empleos, flujos de efectivo por pago de impuestos, entre otros. La famosa pugna entre economía vs ecología.

¿Será esta una de las razones por las que se están evaluando económicamente los recursos naturales? ¿Es válido analizar cuanto perdemos de valor económico de los ecosistemas, como una medida de hacer conciencia al respecto?

Tundi Agardy, Directora del Programa MARES de la organización Forest Trends, se ha dedicado a evaluar el valor de ecosistemas marinos y a proponer un esquema de Pago por Servicios Ambientales, esto es que, con base en el valor que el ecosistema nos da, se invierte en su cuidado con el objetivo de que la degradación no provoque costos mayores; un ejemplo sencillo de entender lo explica Paul Sánchez Navarro del Centro Ecológico Akumal: los pastos marinos de la Bahía de Akumal, de los cuáles se alimentan las tortugas marinas juveniles que ahí podemos ver, están en riesgo por temas como la contaminación de aguas residuales. Sin pastos, no hay tortugas, y sin tortugas, no solo nos quedamos sin poder apreciar a estos bellos animales, sino que la economía de Akumal y de los prestadores de servicios turísticos, hoteleros, restauranteros, entre otros disminuiría considerablemente. ¿No es esto necesario para regular mejor las actividades?



Por su parte Octavio Aburto, científico mexicano que colabora con el Instituto de Oceanografía Scripps en San Diego y que se ha dedicado a evaluar económicamente los servicios del manglar, en el Golfo de California, tiene una visión muy clara de por qué no debe degradarse más este ecosistema; y los números hablan: una hectárea de manglar vale (de acuerdo al servicio ambiental que presta) solamente por protección costera $8,240 usd por año; esto significa que esto es el costo de los daños en infraestructura que genera el no tener una hectárea de manglar protegiendo contra oleaje, tormentas tropicales y huracanes. También dijimos que el manglar es refugio de especies comerciales; bueno, el valor por pesquerías de una hectárea de manglar es de $11,500 usd por año, lo que significa que si cortamos una hectárea, los pescadores pierden la oportunidad de generarse esos ingresos por pesca. Y ojo, que no estamos considerando los impactos sociales de ello.



Pero vayamos a nuestra región; debido a que no existe una valoración puntual para Quintana Roo, hagamos un ejercicio hipotético (aclaro, hipotético y sin sustento científico ligado a la región): considerando los valores de protección costera del Golfo de California ($8,240 usd por ha por año) extrapolados a Quintana Roo tendríamos lo siguiente: si Quintana Roo tiene, de acuerdo a CONABIO una superficie de 129,921 ha. de manglar, eso significa que este manglar le está dando un servicio ambiental de protección costera al estado de Quintana Roo de 1,070 millones de dólares al año.

Con base en diversos estudios, se ha estimado una pérdida de entre el 1% y el 2.5% anual de manglar en Quintana Roo; entonces, tomando el escenario más conservador y si Pitágoras no miente, estamos perdiendo anualmente 1,299 ha de manglar, es decir, un total de $10.7 millones de dólares por año. ¿Interesante no? Y ojo, solo hablamos del valor ambiental ligado a la protección costera, no consideramos otros impactos ambientales y sociales ligados a esta pérdida como lo son erosión de playas, pérdida de productividad pesquera, carbono no capturado e incluso la pérdida de empleos (y problemas sociales asociados) por el impacto directo de fenómenos meteorológicos en zonas sin protección de manglares.

Hagamos un ejercicio puntual de un megadesarrollo: imaginemos que en la construcción de este desarrollo en 2002, fueron removidas 272 ha de manglar para la construcción de infraestructura. Esto significa que en 2002 perdimos $2.2 millones de dólares nuevamente solo por protección costera. Pero recordemos que la valoración es anual, por lo que esa zona a la fecha (después de 10 años) tiene un déficit de $22 millones de dólares. ¿Alcanzará el tiempo para que, además de el retorno de inversión del proyecto, pueda recuperarse este déficit ambiental?


Esto me lleva a la reflexión de otro tema que se discutía en el taller, que tiene que ver con los instrumentos que actualmente se desarrollan para “compensar” la pérdida de este valor, como los offsets y pagos por servicios ambientales. E incluso algunas propuestas de grupos locales que plantean la reforestación de manglares en otros sitios como medidas de compensación.

Surgen varias preguntas en este sentido: ¿vale la pena flexibilizar entonces las leyes ambientales para poder construir en zonas de manglar? ¿Podemos generar un esquema de compensación ligado a estos 10.7 millones de dólares por año que perdemos a cambio del desarrollo turístico e inmobiliario? ¿Cómo integrar estos costos ambientales a los valores de los proyectos de inversión?


La pregunta está en el aire, sin embargo, considero importante utilizar desde ya este valor económico que nos dan los ecosistemas como instrumento para la toma de decisiones sobre desarrollo, inversión y futuro de nuestra región.