En
días pasados, como parte del Programa de Liderazgo en el Sistema
Arrecifal Mesoamericano del que soy parte, tuve oportunidad de
escuchar a varios expertos en estudios de valoración económica de
ecosistemas hablando acerca de sus investigaciones para determinar el
valor que los bienes y servicios ambientales nos dan a los seres
humanos.
Creo
que nadie de nosotros (quienes nos dedicamos a temas ambientales)
duda de la importancia ambiental de los ecosistemas; sabemos por
ejemplo, que los manglares son sitios de refugio en los primeros
estadios de especies que después serán comerciales, que filtran el
agua que llega al mar, que protegen la costa contra huracanes, etc;
también reconocemos que las selvas captan CO2 y generan oxígeno,
que son vitales para la captación de agua y recarga de acuíferos y
que de no tenerlas, sufrimos erosión y somos mas vulnerables a
fenómenos naturales; de los arrecifes ni se diga, nuevamente
protección contra oleaje, generación de playas, refugio de muchas
especies; incluso otros ecosistemas poco conocidos como pastos
marinos, son claves para la alimentación de especies como tortugas
marinas y diversas especies de peces.
Los
efectos de la destrucción de los ecosistemas no se ve a corto plazo
(aparentemente) y probablemente es por eso que históricamente no
hemos puesto atención a su protección como debiera ser; ni
empresarios ni gobiernos ni tomadores de decisiones han considerado
seriamente (salvo sus honrosas excepciones, como todo) lo que
perdemos cuando destruimos un ecosistema. Los argumentos de los que
desarrollan es claro: mayor inversión, más empleos, flujos de
efectivo por pago de impuestos, entre otros. La famosa pugna entre
economía vs ecología.
¿Será
esta una de las razones por las que se están evaluando
económicamente los recursos naturales? ¿Es válido analizar cuanto
perdemos de valor económico de los ecosistemas, como una medida de
hacer conciencia al respecto?
Tundi
Agardy, Directora del Programa MARES de la organización Forest
Trends, se ha dedicado a evaluar el valor de ecosistemas marinos y a
proponer un esquema de Pago por Servicios Ambientales, esto es que,
con base en el valor que el ecosistema nos da, se invierte en su
cuidado con el objetivo de que la degradación no provoque costos
mayores; un ejemplo sencillo de entender lo explica Paul Sánchez
Navarro del Centro Ecológico Akumal: los pastos marinos de la Bahía
de Akumal, de los cuáles se alimentan las tortugas marinas juveniles
que ahí podemos ver, están en riesgo por temas como la
contaminación de aguas residuales. Sin pastos, no hay tortugas, y
sin tortugas, no solo nos quedamos sin poder apreciar a estos bellos
animales, sino que la economía de Akumal y de los prestadores de
servicios turísticos, hoteleros, restauranteros, entre otros
disminuiría considerablemente. ¿No es esto necesario para regular
mejor las actividades?
Por
su parte Octavio Aburto, científico mexicano que colabora con el
Instituto de Oceanografía Scripps en San Diego y que se ha dedicado
a evaluar económicamente los servicios del manglar, en el Golfo de
California, tiene una visión muy clara de por qué no debe
degradarse más este ecosistema; y los números hablan: una hectárea
de manglar vale (de acuerdo al servicio ambiental que presta)
solamente por protección costera $8,240 usd por año; esto significa
que esto es el costo de los daños en infraestructura que genera el
no tener una hectárea de manglar protegiendo contra oleaje,
tormentas tropicales y huracanes. También dijimos que el manglar es
refugio de especies comerciales; bueno, el valor por pesquerías de
una hectárea de manglar es de $11,500 usd por año, lo que significa
que si cortamos una hectárea, los pescadores pierden la oportunidad
de generarse esos ingresos por pesca. Y ojo, que no estamos
considerando los impactos sociales de ello.
Pero
vayamos a nuestra región; debido a que no existe una valoración
puntual para Quintana Roo, hagamos un ejercicio hipotético (aclaro,
hipotético y sin sustento científico ligado a la región):
considerando los valores de protección costera del Golfo de
California ($8,240 usd por ha por año) extrapolados a Quintana Roo
tendríamos lo siguiente: si Quintana Roo tiene, de acuerdo a CONABIO
una superficie de 129,921 ha. de manglar, eso significa que este
manglar le está dando un servicio ambiental de protección costera
al estado de Quintana Roo de 1,070 millones de dólares al año.
Con
base en diversos estudios, se ha estimado una pérdida de entre el 1%
y el 2.5% anual de manglar en Quintana Roo; entonces, tomando el
escenario más conservador y si Pitágoras no miente, estamos
perdiendo anualmente 1,299 ha de manglar, es decir, un total de $10.7
millones de dólares por año. ¿Interesante no? Y ojo, solo hablamos
del valor ambiental ligado a la protección costera, no consideramos
otros impactos ambientales y sociales ligados a esta pérdida como lo
son erosión de playas, pérdida de productividad pesquera, carbono
no capturado e incluso la pérdida de empleos (y problemas sociales
asociados) por el impacto directo de fenómenos meteorológicos en
zonas sin protección de manglares.
Hagamos
un ejercicio puntual de un megadesarrollo: imaginemos que en la
construcción de este desarrollo en 2002, fueron removidas 272 ha de
manglar para la construcción de infraestructura. Esto significa que
en 2002 perdimos $2.2 millones de dólares nuevamente solo por
protección costera. Pero recordemos que la valoración es anual, por
lo que esa zona a la fecha (después de 10 años) tiene un déficit
de $22 millones de dólares. ¿Alcanzará el tiempo para que, además
de el retorno de inversión del proyecto, pueda recuperarse este
déficit ambiental?
Esto
me lleva a la reflexión de otro tema que se discutía en el taller,
que tiene que ver con los instrumentos que actualmente se desarrollan
para “compensar” la pérdida de este valor, como los offsets y
pagos por servicios ambientales. E incluso algunas propuestas de
grupos locales que plantean la reforestación de manglares en otros
sitios como medidas de compensación.
Surgen
varias preguntas en este sentido: ¿vale la pena flexibilizar
entonces las leyes ambientales para poder construir en zonas de
manglar? ¿Podemos generar un esquema de compensación ligado a estos
10.7 millones de dólares por año que perdemos a cambio del
desarrollo turístico e inmobiliario? ¿Cómo integrar estos costos
ambientales a los valores de los proyectos de inversión?
La
pregunta está en el aire, sin embargo, considero importante utilizar
desde ya este valor económico que nos dan los ecosistemas como
instrumento para la toma de decisiones sobre desarrollo, inversión y
futuro de nuestra región.