viernes, 22 de junio de 2012

¿Cómo lograr la sustentabilidad en los destinos?


Durante  2011 y 2012 he estado involucrado en varios eventos, talleres, cursos y discusiones cuya conclusión ha sido siempre la misma: ¿qué hacemos para gestionar de forma sustentable nuestros destinos turísticos?
Y créanme que la respuesta no es fácil. Los factores son múltiples, desde la misma conceptualización del destino que muchas veces no es clara (destino es Cancún en un municipio, como Riviera Maya que abarca dos, como Mundo Maya que es multi-destino y multi-país o el Mediterráneo completo), la pulverización de decisiones y de actividades en estos destinos, la poca claridad en la distribución de competencias y sobre todo, la falta de un ente que gestione el destino turístico, si un administrador de destino.
¿Cómo poner de acuerdo a desarrolladores, hoteleros, restauranteros, transportistas, taxistas, fideicomisos de promoción, autoridades federales, estatales y municipales, ONG’s, asociaciones y cámaras empresariales y demás actores involucrados en el destino, si no hay una cabeza que, al menos, trate de dirigir las riendas hacia la sustentabilidad, integre una visión conjunta y de seguimiento a la misma?

Cadena de valor del turismo


La Organización Mundial de Turismo ha empezado a impulsar cada vez con mayor fuerza el concepto de las Destination Management Organizations ligadas a la sustentabilidad (aunque el concepto inicialmente se relacionó con el “marketing” del destino), es decir, organizaciones locales que se dedican precisamente a eso, a la Gestión Sustentable de Destinos Turísticos.
¿Qué tienen en común destinos sustentables como British Columbia (Thomson Okanagan Tourism Association), Australia (con la Commonwealth Scientific and Industrial Research Organisation -CSIRO-), Nicaragua (con la creación del Instituto Nicaragüense de Turismo) o el mismo Huatulco (con su Equipo Verde)?  
Precisamente eso, que han creado instituciones gestoras de la sustentabilidad del destino. Cuando un ente (que puede ser una asociación, ONG, organismo local o cualesquier figura que se determine) se encarga de gestionar el destino, reunir información, tomar decisiones, alinear visiones, generar o recopilar indicadores y sobre todo, dar seguimiento a tendencias y resultados de la actividad, es mucho más sencillo avanzar hacia la sustentabilidad.

Estructura y funciones de un DMO en Turismo Sustentable

Instrumentos y metodologías hay muchas, desde los Observatorios de Turismo Sustentable de la OMT, los Criterios Globales de Turismo Sustentable (GSTC) ahora aplicados a destinos, la Agenda 21 local (y aquí debemos reconocer que Cozumel es líder en turismo sustentable en México por la aplicación e este y otros instrumentos), las Zonas de Desarrollo Turístico Sustentable incluidas en nuestra Ley General de Turismo, y muchas otras. ¿El problema? Que no existe un organismo, institución, dependencia o entidad responsable de estos temas.
Yo veo en mi Quintana Roo esfuerzos importantes en gestión ambiental empresarial, en ordenamiento del territorio, en planeación, diseño y construcción sustentable y en cambio climático; sin embargo, mientras no tengamos un grupo que de seguimiento a estos temas, que pueda hacer transversal el turismo sustentable en la políticas públicas, que conjunte esfuerzos, que alinee estrategias y que promocione de forma continua estos esfuerzos, creo que como hasta ahora, quedarán aislados.
El Consejo Consultivo de Turismo parece ser una buena oportunidad de empujar este tema, la creación de una Subsecretaría de Turismo Sustentable daría fuerza a nivel estatal al turismo sustentable, y la creación de un área de turismo sustentable al interior de los Fideicomisos de Promoción, Asociaciones de Hoteles y de las Direcciones de Turismo Municipales, fortalecería este diálogo en materia de turismo sustentable.

Vista aérea de Cancún

¿Qué les parecería crear, como multi-destino Caribe Mexicano, un ente gestor del turismo Sustentable?
La mesa está servida, los esfuerzos están hechos, las tendencias ahí vienen, la necesidad se hace cada vez más evidente, solamente se requiere visión y voluntad política, y les aseguro, que los esfuerzos pagarán frutos muy importantes para los destinos.

viernes, 15 de junio de 2012

Atlas of our Changing Environment - Quintana Roo

Siempre he estado fascinado por la fotografía aérea a pesar del miedo que representa para mí volar. Creo que la foto desde el espacio o desde un avión o helicóptero, da una perspectiva muy amplia de la situación, en especial en temas ambientales.

Hace algunos años conocí el trabajo de Yann Arthus-Bertrand "La Tierra vista desde el Cielo", con imágenes impresionantes del mundo, y hace casi 8 años que llegué a Quintana Roo tuve la fortuna de toparme con un trabajo maravilloso llamado "Quintana Roo desde el Aire", del fotógrafo Quintanarroense (si, de los primeros nacidos en esta tierra) y ahora gran amigo Fabián Caballero. 

Esta afición a las imágenes vistas desde otra perspectiva, me llevó a conocer un trabajo del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP, por sus siglas en inglés) llamado "Atlas of our Changing Environment", que muestra los cambios que han sufrido con el tiempo algunas zonas del mundo; en su versión de Latinoamérica, este trabajo muestra una imagen del crecimiento de la mancha urbana de Cancún que me dejó impresionado. Aquí la imagen:
Imagen obtenida del Atlas of Our Changing Environment, UNEP

A partir de esto, y con la ayuda de una de las herramientas más maravillosas de los últimos tiempos, Google Earth, me di a la tarea de obtener otras 10 imágenes de sitios que han cambiado su fisonomía debido a nuestra acciones en el territorio del estado de Quintana Roo. Sin ningún afán de criticar proyecto alguno, simplemente como un ejercicio que busca la autoreflexión, aquí se las presento con una breve descripción de los principales cambios que se han generado y algunos datos de lo que le espera a varias de ellas. Las imágenes están ordenadas de Norte a Sur, desde Holbox hasta Chetumal; espero disfruten este ejercicio:
Holbox, el territorio más al norte de Quintana Roo, en el cuál existen planes de crecimiento importantes a futuro que incluyen desarrollos hoteleros e inmobiliarios.
Malecón Cancún y Puerto Cancún, parte de la expansión inmobiliario-turística de la ciudad de Cancún.
La zona del Aeropuerto de Cancún, que en 10 años sufrió la construcción de una segunda pista, campos de golf y desarrollos inmobiliarios, además de la instalación de una torre eólica instalada para la COP 16.
La zona del sur de Cancún, el ejido Alfredo V. Bonfil, fraccionada para la construcción de viviendas y fraccionamientos.
Playa del Carmen, la segunda ciudad más importante de Quintana Roo que a principios de los 90´s era literalmente un pequeño pueblo de pescadores y que fue considerada muchos años como la ciudad con mayor tasa de crecimiento en América Latina, superando 10% anual.
Puerto Aventuras, de los primeros desarrollos turísticos de la costa Quintanarroense que ha crecido de forma importante hacia lo que se conoce como "Puerto Aventuras Pueblo", del otro lado de la carretera.
Akumal, una de las joyas de la corona de nuestro Estado, sitio de animación y alimentación de tortugas marinas, que en menos de 7 años ha sufrido la construcción cercana de campos de golf, hoteles y desarrollos inmobiliarios y cuyo pronóstico de crecimiento compromete su viabilidad ambiental.
Tulum, cuyo crecimiento es aún incipiente pero que con el proyecto de construcción del Aeropuerto de la Riviera Maya podría cambiar rápida y totalmente su fisonomía, incluso de forma similar que lo hicieran Cancún y Playa del Carmen.

Mahahual, de la cuál hay una foto bellísima de 1969 y que ha sido impactada por la construcción de un muelle privado de cruceros.
Y finalmente Chetumal, al sur y capital de Quintana Roo que curiosamente no ha sufrido grandes modificaciones dada la dinámica de crecimiento de la Zona Norte de la entidad, pero que en 10 años presenta también crecimiento.

Así pues nuestro Quintana Roo. En esta ocasión, las reflexiones se las dejo a ustedes, mis estimados lectores.

Nota al pie: Para ver las imágenes en mayor resolución, pueden seguir el siguiente link:
 https://www.facebook.com/media/set/?set=a.3279606752247.2128297.1329889846&type=1&l=300685fda9   

viernes, 8 de junio de 2012

Poniendo valor económico a los ecosistemas, ¿solución a problemas de fondo o simple tipo de cambio para los recursos naturales?


En días pasados, como parte del Programa de Liderazgo en el Sistema Arrecifal Mesoamericano del que soy parte, tuve oportunidad de escuchar a varios expertos en estudios de valoración económica de ecosistemas hablando acerca de sus investigaciones para determinar el valor que los bienes y servicios ambientales nos dan a los seres humanos.

Creo que nadie de nosotros (quienes nos dedicamos a temas ambientales) duda de la importancia ambiental de los ecosistemas; sabemos por ejemplo, que los manglares son sitios de refugio en los primeros estadios de especies que después serán comerciales, que filtran el agua que llega al mar, que protegen la costa contra huracanes, etc; también reconocemos que las selvas captan CO2 y generan oxígeno, que son vitales para la captación de agua y recarga de acuíferos y que de no tenerlas, sufrimos erosión y somos mas vulnerables a fenómenos naturales; de los arrecifes ni se diga, nuevamente protección contra oleaje, generación de playas, refugio de muchas especies; incluso otros ecosistemas poco conocidos como pastos marinos, son claves para la alimentación de especies como tortugas marinas y diversas especies de peces.



Los efectos de la destrucción de los ecosistemas no se ve a corto plazo (aparentemente) y probablemente es por eso que históricamente no hemos puesto atención a su protección como debiera ser; ni empresarios ni gobiernos ni tomadores de decisiones han considerado seriamente (salvo sus honrosas excepciones, como todo) lo que perdemos cuando destruimos un ecosistema. Los argumentos de los que desarrollan es claro: mayor inversión, más empleos, flujos de efectivo por pago de impuestos, entre otros. La famosa pugna entre economía vs ecología.

¿Será esta una de las razones por las que se están evaluando económicamente los recursos naturales? ¿Es válido analizar cuanto perdemos de valor económico de los ecosistemas, como una medida de hacer conciencia al respecto?

Tundi Agardy, Directora del Programa MARES de la organización Forest Trends, se ha dedicado a evaluar el valor de ecosistemas marinos y a proponer un esquema de Pago por Servicios Ambientales, esto es que, con base en el valor que el ecosistema nos da, se invierte en su cuidado con el objetivo de que la degradación no provoque costos mayores; un ejemplo sencillo de entender lo explica Paul Sánchez Navarro del Centro Ecológico Akumal: los pastos marinos de la Bahía de Akumal, de los cuáles se alimentan las tortugas marinas juveniles que ahí podemos ver, están en riesgo por temas como la contaminación de aguas residuales. Sin pastos, no hay tortugas, y sin tortugas, no solo nos quedamos sin poder apreciar a estos bellos animales, sino que la economía de Akumal y de los prestadores de servicios turísticos, hoteleros, restauranteros, entre otros disminuiría considerablemente. ¿No es esto necesario para regular mejor las actividades?



Por su parte Octavio Aburto, científico mexicano que colabora con el Instituto de Oceanografía Scripps en San Diego y que se ha dedicado a evaluar económicamente los servicios del manglar, en el Golfo de California, tiene una visión muy clara de por qué no debe degradarse más este ecosistema; y los números hablan: una hectárea de manglar vale (de acuerdo al servicio ambiental que presta) solamente por protección costera $8,240 usd por año; esto significa que esto es el costo de los daños en infraestructura que genera el no tener una hectárea de manglar protegiendo contra oleaje, tormentas tropicales y huracanes. También dijimos que el manglar es refugio de especies comerciales; bueno, el valor por pesquerías de una hectárea de manglar es de $11,500 usd por año, lo que significa que si cortamos una hectárea, los pescadores pierden la oportunidad de generarse esos ingresos por pesca. Y ojo, que no estamos considerando los impactos sociales de ello.



Pero vayamos a nuestra región; debido a que no existe una valoración puntual para Quintana Roo, hagamos un ejercicio hipotético (aclaro, hipotético y sin sustento científico ligado a la región): considerando los valores de protección costera del Golfo de California ($8,240 usd por ha por año) extrapolados a Quintana Roo tendríamos lo siguiente: si Quintana Roo tiene, de acuerdo a CONABIO una superficie de 129,921 ha. de manglar, eso significa que este manglar le está dando un servicio ambiental de protección costera al estado de Quintana Roo de 1,070 millones de dólares al año.

Con base en diversos estudios, se ha estimado una pérdida de entre el 1% y el 2.5% anual de manglar en Quintana Roo; entonces, tomando el escenario más conservador y si Pitágoras no miente, estamos perdiendo anualmente 1,299 ha de manglar, es decir, un total de $10.7 millones de dólares por año. ¿Interesante no? Y ojo, solo hablamos del valor ambiental ligado a la protección costera, no consideramos otros impactos ambientales y sociales ligados a esta pérdida como lo son erosión de playas, pérdida de productividad pesquera, carbono no capturado e incluso la pérdida de empleos (y problemas sociales asociados) por el impacto directo de fenómenos meteorológicos en zonas sin protección de manglares.

Hagamos un ejercicio puntual de un megadesarrollo: imaginemos que en la construcción de este desarrollo en 2002, fueron removidas 272 ha de manglar para la construcción de infraestructura. Esto significa que en 2002 perdimos $2.2 millones de dólares nuevamente solo por protección costera. Pero recordemos que la valoración es anual, por lo que esa zona a la fecha (después de 10 años) tiene un déficit de $22 millones de dólares. ¿Alcanzará el tiempo para que, además de el retorno de inversión del proyecto, pueda recuperarse este déficit ambiental?


Esto me lleva a la reflexión de otro tema que se discutía en el taller, que tiene que ver con los instrumentos que actualmente se desarrollan para “compensar” la pérdida de este valor, como los offsets y pagos por servicios ambientales. E incluso algunas propuestas de grupos locales que plantean la reforestación de manglares en otros sitios como medidas de compensación.

Surgen varias preguntas en este sentido: ¿vale la pena flexibilizar entonces las leyes ambientales para poder construir en zonas de manglar? ¿Podemos generar un esquema de compensación ligado a estos 10.7 millones de dólares por año que perdemos a cambio del desarrollo turístico e inmobiliario? ¿Cómo integrar estos costos ambientales a los valores de los proyectos de inversión?


La pregunta está en el aire, sin embargo, considero importante utilizar desde ya este valor económico que nos dan los ecosistemas como instrumento para la toma de decisiones sobre desarrollo, inversión y futuro de nuestra región.